No son iglesia
Aunque se anuncien a su puerta como representantes de “La Iglesia de los Santos de los Últimos Días” (SUD), los mormones no son una iglesia en el sentido en que usted y yo conocemos la palabra. Son más bien una organización religiosa concebida originalmente, y cotejada después, en el cerebro irredento del hombre. La iglesia auténtica, en contraste, es un organismo viviente salido del costado herido de Jesucristo para instrumentar bendición a la humanidad.
El mormonismo es una filosofía religiosa elaborada en la fragua artificiosa de mentes fuertes, tenaces, determinadas, y actualmente hostiles a la iglesia genuina de Jesucristo. En la formulación de la filosofía mormona se incluye la confesa intención de “restaurar” la verdadera iglesia de Jesucristo, la cual los “profetas” mormones consideran una abominación.
Económicamente, el mormonismo es una corporación multimillonaria con definidas actividades e intereses mercantiles. En los Estados Unidos constituye una estructura monolítica de capital que ocupa un sitial entre las cincuenta corporaciones mayores de la nación. La corporación mormona hace inversiones de millones de dólares en las grandes compañías de seguro, en lugares turísticos y de recreo, hoteles, periódicos importantes y otros negocios de ese país. En contraste, la iglesia verdadera es sencillamente un compañerismo espiritual que abarca a todos los que han alcanzado fe preciosa.
Las creencias y prácticas de la mal llamada “iglesia” mormona, están en oposición a las de la legítima iglesia del Señor Jesucristo. Tienen más bien afinidad con las del espiritismo. Muestran un sutil alineamiento con el paganismo clásico. Se ven salpicadas de misterios y reforzadas por ceremonias secretas propias de la masonería.
La genuina iglesia cristiana no tuvo templos suntuosos diseñados interiormente para celebrar ritos secretos y practicar doctrinas tapadas. Pero esto es característico tanto de la institución mormona como de la institución masónica. Los únicos dos ritos que practica la verdadera iglesia son públicos: el Bautismo y la Santa Cena (Mateo 28:19; 1 Corintios 11:23-34). Sus enseñanzas también están abiertas al examen de todos (Hechos 17:11). Como su Señor y Maestro, los cristianos no tienen nada que ocultar (Juan 18:20). No se bautizan por los muertos como hacían los paganos del tiempo de San Pablo (1 Corintios 15:29). No celebran “matrimonios celestiales”
Los SUD practican lo antes mencionado convirtiéndose en una nota discordante con respecto a la iglesia fidedigna. Por tanto, ¿cómo pretenden apropiarse el nombre de “iglesia” si son tan diferentes a ella? Si no son iglesia, entonces, ¿qué son? Siga leyendo y juzgue usted mismo.
No son santos
En el Nuevo Testamento la palabra ‘iglesia’ significa “llamados fuera”, y la palabra ‘santos’ significa “apartados”. Ambos significados se exhiben en el carácter separado de los cristianos verdaderos. Incluye una obra de higiene moral que entre otras cosas sanea las actitudes, asea los afectos, y limpia la mente (vida pensante) de aberraciones sexuales. El auténtico cristiano rehúsa alimentar los deseos naturales del cuerpo y de la mente (1 Juan 1 Juan 2:15-17 Romanos 12:1-2, Santiago 4:7), y mejor, “huye” de ellos (2 Timoteo 2:22).
Creer y enseñar que Dios Padre tuviera relaciones maritales con la virgen María no son pensamientos que se generan en una mente santificada por el Espíritu de Dios o que se satura de la savia bienhechora de la Biblia. El sexo es una función del cuerpo con referencia a esta tierra únicamente (Marcos 12:25). El Padre Celestial es Espíritu, perfecto, distanciado de las pasiones y de los deseos naturales del hombre. La Biblia enseña que “Dios no puede ser tentado, ni El tienta a nadie” (Santiago 1:13). Lea además Filipenses 4:8 y compare esta Escritura con el blasfemo sexismo que incendia la teología mormona perennemente. Si los mormones no son santos, entonces, ¿qué son? Siga leyendo y juzgue usted mismo.
No son de Jesucristo
Pues no “permanecen” en la Palabra de Cristo sino que se extravían de ella. Están de veras bajo el yugo degradante de un insidioso espíritu de error. Jesús dijo: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31).
Los SUD creen, practican, y difunden la palabra de sus propios “profetas” u “oráculos vivientes” como si lo que éstos dicen tuviera el peso y la autoridad de lo que dice Cristo. Por ejemplo, Cristo dijo: “Dios es Espíritu” (Juan 4:24). El espíritu no tiene cuerpo, ni color, ni peso, ni dimensión. En cambio, los profetas mormones dicen que Dios fue un hombre de carne y hueso quien mediante la “ley de progresión” llegó a sublimarse. A través de este proceso imaginario, Dios eventualmente ascendió de categoría volviéndose divino y trajo a su nuevo estado el cuerpo humano que tenía.
Jesucristo, por su parte, enseñó todo lo opuesto. Después de resucitar, apareció a sus discípulos. Al pensar ellos “que veían espíritu”, Cristo les dijo: “Palpad y ved porque an espíritu no tiene carne ni hueso, como veis que yo tengo” (Lucas 24:39). Esta declaración establece la incorporeidad del’ espíritu y la corporeidad del Hijo de Dios. En consecuencia, si Dios el Padre es Espíritu, inmortal, eterno, invisible, intangible y trascendente, resulta absurdo afirmar que tiene cuerpo. Contradecir lo que tan claramente enseñara Cristo es no permanecer en su palabra, y por tanto, equivale a no ser su discípulo.
Enlodando todavía más la imagen sacrosanta del Cristo que proyecta el Nuevo Testamento, los mormones propagan que éste tuvo varias esposas con las que procreó hijos. Dicen que Jesús es hermano del diablo. Estas extrañezas son foráneas al Testamento inspirado, y por ende, estuvieron por siempre ausentes del cuerpo de creencias históricas sustentadas por los auténticos discípulos de Cristo durante los últimos dos mil años. Si los SUD no son discípulos de Cristo, entonces, ¿quién es su maestro? Siga leyendo y juzgue usted mismo.
No son de los últimos días
Son más bien otro eslabón en la cadena de la rebelión que se inició en los primeros días. Los mormones creen y propagan el Gran Fraude introducido por el diablo desde los primeros días del hombre sobre la tierra. En el Jardín del Edén, Eva creyó la Gran Mentira que inyectó en su corazón la serpiente antigua, Satanás o diablo. “Seréis como Dios”, le dijo el padre de mentiras (Génesis 3:5).
La Gran Mentira de que el mormón puede llegar a ser un dios es creída y difundida solícitamente por esta religión estrambótica. Tan torcido credo fue expresado por uno de sus profetas más distinguidos con palabras que creyó inspiradas: “Como es el hombre, Dios fue una vez; como Dios es, el hombre también será”. ¿Se habrá emitido un eco que haya reproducido mejor el “Seréis como Dios” que tan mentirosamente prometiera la serpiente a la primera mujer?
Los SUD dicen que creen en la Biblia, la Palabra de Dios, “siempre y que ésta esté bien traducida”. Usan este pretexto para darse a la tarea de revisar las declaraciones del Libro Santo y tomarse la libertad de acomodarlas a sus fantásticos intereses. En realidad, todo lo que logran es tergiversarla. Esto es afín con la obra del diablo. Satanás fue el primer ‘tergiversador’ y ‘contradictor’ de la Palabra de Dios. En el Huerto del Edén, con el más mal intencionado sarcasmo capaz de engendrar la peor duda, éste preguntó a la primera mujer: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” Pero el caso es que ¡Dios había dicho todo lo contrario! “De todo árbol del huerto podrás comer” (Génesis 2:16).
Consecuentemente, lo que tenemos por delante aquí no es una simple tergiversación sino una mayúscula contradicción de lo que Dios en realidad había dicho. ¡Satanás es un maestro del engaño y un experto en contradicción!
Los SUD afirman que el Libro de Mormón es el libro “más correcto sobre la tierra y la piedra clave” de su religión. Enseñan que un hombre “se acerca más a Dios si vive de acuerdo con sus preceptos, que siguiendo otro libro”. La inferencia lógica es que la Biblia queda corta frente a este libro espurio.
Irónicamente, el Libro de Mormón no apoya sino que más bien contradice algunas de las más preciadas doctrinas de los SUD. No obstante la denuncia del mormonismo que hace el propio Libro de Mormón, éste, a la par con Doctrina y Convenios y Perla de Gran Precio, constituye la “revelación” que de veras nutre la fe mormona.
La iglesia verdadera, por su parte, alimenta su fe sólo en la Biblia, su manual exclusivo en materia de fe y práctica.
En consecuencia, desde el Jardín del Edén mismo, allá en los primeros días, tanto Satanás como el primer hombre han estado haciendo lo mismísimo que hacen hoy los así llamados “Santos de los Últimos Días”. Esto es, dudando la auténtica Palabra de Dios, contradiciendo sus claras enseñanzas, y tergiversando sus doctrinas. Por tanto, a los “Santos de los Últimos Días” no les cabe el nombre que se dan, puesto que en realidad sus creencias no son nuevas. Simplemente continúan aquellas de los primeros días. Los “Santos de los Últimos Días” son mormones y nada más. Juzgue usted mismo y manténgase alerta sobre este dañino error.
Espero que hayan quedado un poco claros en lo que es ésta secta religiosa.
Aunque se anuncien a su puerta como representantes de “La Iglesia de los Santos de los Últimos Días” (SUD), los mormones no son una iglesia en el sentido en que usted y yo conocemos la palabra. Son más bien una organización religiosa concebida originalmente, y cotejada después, en el cerebro irredento del hombre. La iglesia auténtica, en contraste, es un organismo viviente salido del costado herido de Jesucristo para instrumentar bendición a la humanidad.
El mormonismo es una filosofía religiosa elaborada en la fragua artificiosa de mentes fuertes, tenaces, determinadas, y actualmente hostiles a la iglesia genuina de Jesucristo. En la formulación de la filosofía mormona se incluye la confesa intención de “restaurar” la verdadera iglesia de Jesucristo, la cual los “profetas” mormones consideran una abominación.
Económicamente, el mormonismo es una corporación multimillonaria con definidas actividades e intereses mercantiles. En los Estados Unidos constituye una estructura monolítica de capital que ocupa un sitial entre las cincuenta corporaciones mayores de la nación. La corporación mormona hace inversiones de millones de dólares en las grandes compañías de seguro, en lugares turísticos y de recreo, hoteles, periódicos importantes y otros negocios de ese país. En contraste, la iglesia verdadera es sencillamente un compañerismo espiritual que abarca a todos los que han alcanzado fe preciosa.
Las creencias y prácticas de la mal llamada “iglesia” mormona, están en oposición a las de la legítima iglesia del Señor Jesucristo. Tienen más bien afinidad con las del espiritismo. Muestran un sutil alineamiento con el paganismo clásico. Se ven salpicadas de misterios y reforzadas por ceremonias secretas propias de la masonería.
La genuina iglesia cristiana no tuvo templos suntuosos diseñados interiormente para celebrar ritos secretos y practicar doctrinas tapadas. Pero esto es característico tanto de la institución mormona como de la institución masónica. Los únicos dos ritos que practica la verdadera iglesia son públicos: el Bautismo y la Santa Cena (Mateo 28:19; 1 Corintios 11:23-34). Sus enseñanzas también están abiertas al examen de todos (Hechos 17:11). Como su Señor y Maestro, los cristianos no tienen nada que ocultar (Juan 18:20). No se bautizan por los muertos como hacían los paganos del tiempo de San Pablo (1 Corintios 15:29). No celebran “matrimonios celestiales”
Los SUD practican lo antes mencionado convirtiéndose en una nota discordante con respecto a la iglesia fidedigna. Por tanto, ¿cómo pretenden apropiarse el nombre de “iglesia” si son tan diferentes a ella? Si no son iglesia, entonces, ¿qué son? Siga leyendo y juzgue usted mismo.
No son santos
En el Nuevo Testamento la palabra ‘iglesia’ significa “llamados fuera”, y la palabra ‘santos’ significa “apartados”. Ambos significados se exhiben en el carácter separado de los cristianos verdaderos. Incluye una obra de higiene moral que entre otras cosas sanea las actitudes, asea los afectos, y limpia la mente (vida pensante) de aberraciones sexuales. El auténtico cristiano rehúsa alimentar los deseos naturales del cuerpo y de la mente (1 Juan 1 Juan 2:15-17 Romanos 12:1-2, Santiago 4:7), y mejor, “huye” de ellos (2 Timoteo 2:22).
Creer y enseñar que Dios Padre tuviera relaciones maritales con la virgen María no son pensamientos que se generan en una mente santificada por el Espíritu de Dios o que se satura de la savia bienhechora de la Biblia. El sexo es una función del cuerpo con referencia a esta tierra únicamente (Marcos 12:25). El Padre Celestial es Espíritu, perfecto, distanciado de las pasiones y de los deseos naturales del hombre. La Biblia enseña que “Dios no puede ser tentado, ni El tienta a nadie” (Santiago 1:13). Lea además Filipenses 4:8 y compare esta Escritura con el blasfemo sexismo que incendia la teología mormona perennemente. Si los mormones no son santos, entonces, ¿qué son? Siga leyendo y juzgue usted mismo.
No son de Jesucristo
Pues no “permanecen” en la Palabra de Cristo sino que se extravían de ella. Están de veras bajo el yugo degradante de un insidioso espíritu de error. Jesús dijo: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31).
Los SUD creen, practican, y difunden la palabra de sus propios “profetas” u “oráculos vivientes” como si lo que éstos dicen tuviera el peso y la autoridad de lo que dice Cristo. Por ejemplo, Cristo dijo: “Dios es Espíritu” (Juan 4:24). El espíritu no tiene cuerpo, ni color, ni peso, ni dimensión. En cambio, los profetas mormones dicen que Dios fue un hombre de carne y hueso quien mediante la “ley de progresión” llegó a sublimarse. A través de este proceso imaginario, Dios eventualmente ascendió de categoría volviéndose divino y trajo a su nuevo estado el cuerpo humano que tenía.
Jesucristo, por su parte, enseñó todo lo opuesto. Después de resucitar, apareció a sus discípulos. Al pensar ellos “que veían espíritu”, Cristo les dijo: “Palpad y ved porque an espíritu no tiene carne ni hueso, como veis que yo tengo” (Lucas 24:39). Esta declaración establece la incorporeidad del’ espíritu y la corporeidad del Hijo de Dios. En consecuencia, si Dios el Padre es Espíritu, inmortal, eterno, invisible, intangible y trascendente, resulta absurdo afirmar que tiene cuerpo. Contradecir lo que tan claramente enseñara Cristo es no permanecer en su palabra, y por tanto, equivale a no ser su discípulo.
Enlodando todavía más la imagen sacrosanta del Cristo que proyecta el Nuevo Testamento, los mormones propagan que éste tuvo varias esposas con las que procreó hijos. Dicen que Jesús es hermano del diablo. Estas extrañezas son foráneas al Testamento inspirado, y por ende, estuvieron por siempre ausentes del cuerpo de creencias históricas sustentadas por los auténticos discípulos de Cristo durante los últimos dos mil años. Si los SUD no son discípulos de Cristo, entonces, ¿quién es su maestro? Siga leyendo y juzgue usted mismo.
No son de los últimos días
Son más bien otro eslabón en la cadena de la rebelión que se inició en los primeros días. Los mormones creen y propagan el Gran Fraude introducido por el diablo desde los primeros días del hombre sobre la tierra. En el Jardín del Edén, Eva creyó la Gran Mentira que inyectó en su corazón la serpiente antigua, Satanás o diablo. “Seréis como Dios”, le dijo el padre de mentiras (Génesis 3:5).
La Gran Mentira de que el mormón puede llegar a ser un dios es creída y difundida solícitamente por esta religión estrambótica. Tan torcido credo fue expresado por uno de sus profetas más distinguidos con palabras que creyó inspiradas: “Como es el hombre, Dios fue una vez; como Dios es, el hombre también será”. ¿Se habrá emitido un eco que haya reproducido mejor el “Seréis como Dios” que tan mentirosamente prometiera la serpiente a la primera mujer?
Los SUD dicen que creen en la Biblia, la Palabra de Dios, “siempre y que ésta esté bien traducida”. Usan este pretexto para darse a la tarea de revisar las declaraciones del Libro Santo y tomarse la libertad de acomodarlas a sus fantásticos intereses. En realidad, todo lo que logran es tergiversarla. Esto es afín con la obra del diablo. Satanás fue el primer ‘tergiversador’ y ‘contradictor’ de la Palabra de Dios. En el Huerto del Edén, con el más mal intencionado sarcasmo capaz de engendrar la peor duda, éste preguntó a la primera mujer: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” Pero el caso es que ¡Dios había dicho todo lo contrario! “De todo árbol del huerto podrás comer” (Génesis 2:16).
Consecuentemente, lo que tenemos por delante aquí no es una simple tergiversación sino una mayúscula contradicción de lo que Dios en realidad había dicho. ¡Satanás es un maestro del engaño y un experto en contradicción!
Los SUD afirman que el Libro de Mormón es el libro “más correcto sobre la tierra y la piedra clave” de su religión. Enseñan que un hombre “se acerca más a Dios si vive de acuerdo con sus preceptos, que siguiendo otro libro”. La inferencia lógica es que la Biblia queda corta frente a este libro espurio.
Irónicamente, el Libro de Mormón no apoya sino que más bien contradice algunas de las más preciadas doctrinas de los SUD. No obstante la denuncia del mormonismo que hace el propio Libro de Mormón, éste, a la par con Doctrina y Convenios y Perla de Gran Precio, constituye la “revelación” que de veras nutre la fe mormona.
La iglesia verdadera, por su parte, alimenta su fe sólo en la Biblia, su manual exclusivo en materia de fe y práctica.
En consecuencia, desde el Jardín del Edén mismo, allá en los primeros días, tanto Satanás como el primer hombre han estado haciendo lo mismísimo que hacen hoy los así llamados “Santos de los Últimos Días”. Esto es, dudando la auténtica Palabra de Dios, contradiciendo sus claras enseñanzas, y tergiversando sus doctrinas. Por tanto, a los “Santos de los Últimos Días” no les cabe el nombre que se dan, puesto que en realidad sus creencias no son nuevas. Simplemente continúan aquellas de los primeros días. Los “Santos de los Últimos Días” son mormones y nada más. Juzgue usted mismo y manténgase alerta sobre este dañino error.
Espero que hayan quedado un poco claros en lo que es ésta secta religiosa.